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viernes, 25 de junio de 2010

I. La creación de los Ainur

En el principio, cuando nada existía, Eru, "el Único" —llamado Ilúvatar por los elfos—, creó a los Ainur, los cantores, cada uno producto de una parte de la mente de Eru. Y a cada uno, Eru le fue enseñando cómo hacer su propia música, pues cada uno entendía sólo la parte de la mente de Eru de la cual provenía. Sin embargo algunos ya estaban unidos entre sí desde el inicio, y así su música siempre armonizaba.

De entre todos los Ainur, había uno que era el más grandioso, el más dotado y el más talentoso: Melkor, el primer Ainu creado por Eru. Melkor era el único de los Ainur que tenía al menos una parte de los talentos que todos los demás Ainur tenían para sí. Sin embargo, Melkor era también el más egoísta, impaciente y orgulloso de todos, y solía salir a los límites de los aposentos de Eru a contemplar el vacío (pues en el principio de los tiempos, aún no existía nada), y éste lo impacientaba, pues pensaba que siendo Eru tan poderoso, ya podría haberse encargado de crear algo que ocupara el vacío. Y así es como empezó a desear la Llama Imperecedera, el poder con el que Eru crea las cosas, para sí mismo, y para entonces él crear cosas de su propio ingenio, y así dominarlas, y ser llamado «creador» y «señor» de ellas. Sin embargo, por más que buscó y buscó, nunca encontró la Llama Imperecedera, pues ciego como estaba a causa de la obsesión por el dominio, no se daba cuenta que la Llama estaba en Eru, y que la Llama era Eru. Por eso a partir de entonces Melkor no fue capaz de crear nada original, y las cosas que él hacía siempre eran perversiones o destrucciones de lo que otros antes hubieran creado.


(Proximo: Los temas de Arda)

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